25.1.15
Dificultades barrocas
Hay palabras que ciertos días no puedo pronunciar. Por ejemplo hoy, hablando por teléfono con el escritor D. -que es tartamudo- quise decirle que había estado leyendo un librito muy lindo titulado L'impossibilité d'écrire. Dije "L'impossibilité..." y no pude seguir. Me subió una niebla, me subió mi existencia a mi garganta, sentí vértigos, supe que mi garganta era el centro de todo y supe también que nunca más iba a poder decir "écrire". D. -bien o mal- completó la frase, lo cual me dio una pena infinita pues para ello tuvo que vencer no sé cuántas vocales a modo de escollos. ¡Ah, esos días en que mi lenguaje es barroco y empleo frases interminables para sugerir palabras que se niegan a ser dichas por mí! Si al menos se tratara de tartamudez. Pero no; nadie se da cuenta. Lo curioso es que cuando ello me sucede con alguien a quien quiero me inquieto tanto que redoblo mi amabilidad y mi afección. Como si debiera darle sustitutos de la palabra que no digo. Recién, por ejemplo, tuve deseos de decirle a D.: Si es verdad lo que me dice tantas veces, si es verdad que usted se muere de deseos de acostarse conmigo, venga, venga ahora mismo. Tal vez, con el lenguaje del cuerpo le hubiera dado algo equivalente a la palabra écrire. Ello me sucedió una vez. Una vez me acosté con un pintor italiano porque no pude decirle: "Amo a esta persona". En cambio, respondí a sus pedidos con una vaga serie de imágenes recargadas y ambiguas y es así como terminamos en la cama sólo porque no pude decir la frase que pensaba. Terminé también llorando en sus brazos, acariciándolo como si lo hubiera ofendido mortalmente, y pensando, mientras lo acariciaba, que en verdad no lo compensaba mucho, que en verdad yo le quedaba debiendo.
***
Nota de la editora Ana Becciu: "Hoja mecanografiada y corregida a mano por A. P. Escritas a mano en el ángulo superior derecho las iniciales J. C. Sin fecha.
Texto: tomado de Alejandra Pizarnik. Prosa completa (prólogo de Ana Nuño y edición de Ana Becciu). Editorial Lumen, Barcelona.
Imagen: fotografía tomada del blog Perras Palabras.
13.1.15
¿Por qué necesito humillarme?
12/ III [1965]
¿Por qué necesito humillarme?
¿Por qué necesito llamar a quien no quiere venir y por qué me entristece recibir a quien llega con deseos de verme? ¿Por qué el amor de alguien a mí infunde en mí odio por ese alguien y por qué la indiferencia de cualquiera me fascina?
Aun si todo va más o menos serenamente necesito, cada dos o tres meses, una noche de hundimiento.
Necesidad de encarnar presagios y sueños. El mundo externo se opone. Esto es obvio y no obstante no puedo admitirlo; lo quiero --en nombre de mi, digamos, instinto de conservación--, lo quiero, digo, pero no puedo. Queda por averiguar si lo quiero verdaderamente.
Luego, por más que crea haber progresado y madurado, mi sentimiento del amor y del deseo es difuso y confuso como a los cinco, a los diez y a los quince años. Una noche sexual es un corte tajante. No puedo, no sé, no podré nunca unir esa noche a las obligaciones, relojes, horarios, etc. Siempre, después de una noche sexual, hago planes de orden: ordenación de escritos, de lecturas, etc. Como quien estuvo al borde de la muerte y al incorporarse proyecta actos sanos y enérgicos.
Una noche sexual es agonía, es muerte y es la única felicidad.
Pero ciertos gestos, ciertas palabras, yo pierdo conciencia, yo estoy ebria cuando me desnudan, algo lejano y presente. Se repite lo que no se vio nunca. Siempre hago el amor por primera vez. Mi asombro, mi perdición, mi asfixia, mi liberación.
Soy una cobarde. Lo sexual, para mí, es el único camino de iniciación. Yo a veces lo abandono por miedo. Así como para otros el ascetismo, para mí lo sexual.
Pero esta necesidad, además, de consumirse. Este apalear a un animal muerto. ¿Qué pasa en mí que golpeo puertas cerradas? Lo sexual, sí. Pero no sé por qué me fascinan los que no me desean. Éste es mi emblema. Ésta es mi maldición. Cualquiera que te abandone logrará seducirte. Y viceversa. ¿Cuándo empezó?
[...]
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Texto: Diarios. Alejandra Pizarnik, edición a cargo de Ana Becciu (Lumen).
Imágenes: fotografías tomadas del blog Perras palabras.
5.1.15
El amor es este viaje inútil...
III
El amor es este viaje inútil, pero muy suave,
al otro lado del espejo.
Tantas criaturas en mi sed y en mi vaso vacío.
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Texto: "Aproximaciones" (Buenos Aires 1956-1958) en la sección "Poemas no recogidos en libros 1956-1960" del libro Alejandra Pizarnik. Poesía Completa (Lumen, Barcelona).
Imagen: fotografía de Francesca Woodman tomada del blog de la revista Baid.
1.1.15
Recuerdos de la pequeña casa del canto
Era azul como su mano en el instante de la muerte. Era su mano crispada, era el último orgasmo. Era su pija parada como un pájaro que está por llover, parada para recibirla a ella, la muerte, la amante (o no)
Ya no sé hablar. ¿Con quién?
Nunca encontré un alma gemela. Nadie fue un sueño. Me dejaron con los sueños abiertos, con mi herida central abierta, con mi desgarradura. Me lamento; tengo derecho a hacerlo. Asimismo, desprecio a los que no se interesan por mí. Mi sólo deseo ha sido
No lo diré. Hasta yo, o sobre todo yo, me traiciono. Como un niño de pecho he acallado mi alma. Ya no sé hablar. Ya no puedo hablar. He desbaratado lo que me dieron, que era todo lo que tenía. Y es otra vez la muerte. Se cierne sobre mí, es mi único horizonte. Nadie se parece a mi sueño. He sentido amor y lo maltrataron, sí, a mí que nunca había querido. El amor más profundo desaparecerá para siempre. ¿Qué podemos amar que no sea una sombra? Murieron ya los sueños sagrados de la infancia y la naturaleza también, la que amaba
abril, 1972
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Texto: poema tomado de Alejandra Pizarnik. Poesía completa (Lumen).
Nota de la editora: "Se restituye a este texto la parte omitida en Textos de Sombra y últimos poemas, Sudamericana, Buenos Aires, 1982. Es la que precede a 'No lo diré...', en hoja aparte donde figura el título y lleva un 'sí' anotado a mano por AP. Se
suprimen los puntos suspensivos de la edición de 1982".
Imagen: fotografía de Norbert Guthier.