23.1.17

Cada generación encuentra a una Alejandra Pizarnik distinta



  • Postdata Editores publica Nueva correspondencia, compilación epistolar ampliada de la escritora
  • Incluye misivas con 40 personajes, entre ellos Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar y Silvina Ocampo, así como imágenes de los textos originales
  • Como poeta maldito entregó todo a su escritura, afirma en entrevista Cristina Piña, autora de la selección junto con Ivonne Bordelois


Alejandra Pizarnik tenía letra de nena. Con esa letra escribía sus cartas o en máquinas de escribir con letras redondas o una a la que llamaba su Rolls Royce, cuyas letras eran cursivas. Y adornaba su correspondencia con dibujitos y recortes. Entre los destinatarios de su correspondencia están Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar, Manuel Mujica Láinez y Silvina Ocampo, cuatro apenas de un universo de 40 personajes con los que mantuvo ese intercambio epistolar que ahora se encuentra en el libro Nueva correspondencia Pizarnik.

El volumen es una compilación realizada por las poetas e investigadoras Ivonne Bordelois y Cristina Piña, publicado en México por Postdata Editores. Además de la transcripción de las cartas se incluyen imágenes de algunas de los textos originales.

“Por primera vez lo podemos mostrar así, es la parte gráfica, porque hay que ver las cartitas de Alejandra que tenía letra de nena, y ponía cositas así, como los dibujitos. La letra de nena, es como una nenita. Es letra de nena, para un ser atravesado y dividido por una falla interior que la hace profundamente infeliz.

Te encuentras con estas cartitas deliciosas, y uno cree que siempre estaba centrada en ella, pero hay que ver en estas cartas cómo se fijaba en los otros, cómo era cariñosa, cómo se movía para mover su poesía; no era el poeta maldito tirado, al contrario: escribía cartas, conectaba, dice Piña, quien tiene cuatro libros dedicados a la obra de Pizarnik, entre ellos Alejandra Pizarnik: una biografía.

El de Nueva correspondencia Pizarnik fue un trabajo de detectives que complementa la primera edición realizada hace varios años por Bordelois, quien fue amiga de Alejandra, y cuyas cartas también fueron incluidas en esta edición. Explica Cristina que dar vida a este título fue buscar las cartas, hasta llegar a 40 destinatarios, incluidas algunas que envió a su familia.

En el libro anterior Correspondencia Pizarnik, compilado por Bordelois y publicado en 1998, fueron 23 destinatarios.

Están también las cartas a la escritora Silvina Ocampo, de quien Alejandra estaba enamorada, y pide, reclama, todo. La que estaba enamorada era ella, pero también surgen las relaciones con hombres, porque Alejandra no era lesbiana, era totalmente bisexual; eso ya lo dije en la biografía.

Faltan, entre algunas otras, las cartas a Octavio Paz, a quien ella consideraba su maestro. Se conocieron en París, y Paz le escribió el prólogo para su poemario Árbol de Diana. No se incluyeron, porque para publicarlas se necesita autorización de la herencia de Paz.

Nueva correspondencia Pizarnik habla de un género ya perdido, el epistolar. “Es algo que me desespera. Si en Alejandra se llega a esta maravilla pienso en relación con mi propia historia. Yo tengo cartas de Manuel Mujica Láinez, de un montón de escritores, de Victorio Ocampo, etcétera, y nunca más. Si yo tengo que mandar un comentario a alguien que me pregunta qué me pareció el libro, le escribo un mail. Las cartas se perdieron como género”.

A pesar de que la vida de Alejandra Pizarnik fue muy breve (se suicidó a los 36 años) su obra da a los investigadores numerosas vetas, tanto así que ahora que se conoce 500 veces más de lo que se sabía hace algunos años de esta poeta. Cristina Piña prepara otros estudios respecto de Pizarnik, entre ellos una nueva biografía.

Labor inagotable

“Cada generación descubre a una Alejandra diferente; sí cuando ella murió era poeta, cuatro gatos de sus amigos sabían que escribía prosa, había publicado un librito chiquitito, La condesa sangrienta, era una poeta. Cuando llega la generación del 80, aparecen las prosas de ella. Y luego los diarios, ahora las cartas. No se acaba con ella. Hay un verso que me gusta de Fernando Pessoa, que dice: ‘Soy una antología’, pero Alejandra es una antología de voces, entonces te imaginarás. Siempre digo ‘no estoy loca trabajando su obra’ desde el 76 hasta el día de hoy, lo que pasa es que no se acaba.”

Alejandra, añade Piña “nos enseña varias cosas: si algo la distingue de los surrealistas es la obsesión por la perfección de las palabras. Hay una cosa de trabajo formal en Alejandra que es una lección para cualquiera que agarre la pluma hoy día: debe haber sido una de los poetas más obsesivos con la corrección.

“Es la última de los poetas malditos. Nos enseña que hay un punto en que nuestra subjetividad está formada de lenguaje, y cuando uno va más allá de todo eso, que fue lo que Alejandra hizo, porque como los poetas malditos entregó todo a la poesía. Uno que es escritor sabe qué es la entrega total, y es la maravilla, pero hay un punto en el que hay que cuidarse muy bien, porque si no uno se pasa del otro lado.

Además nos enseña que ser escritor no es eso que es ser ahora: una figurita que circula por todos lados, que la tratan como si fuera un actor o actriz de cine, sino que es la seriedad de estar trabajando, reflexionando, luchando a veces. Hay que tener muchas ayudas y mucho equilibrio para no irse para otro lado pero también para no ser una figurita de la prensa, que circula y gana millones, pero escribe como la mona.

–Hablamos de una mujer que se transforma, que es diferente para cada generación. ¿En qué la transformó a usted?

–Me transformó en varios sentidos. Cuando comencé a leerla, Alejandra sería 13 años mayor que yo. No la quise conocer cuando era adolescente, porque le tenía tal admiración, era una cosa que era impresionante: para mí siempre fue alguien admirable. De pronto, cuando escribí la biografía, me dijo una chica muy lúcida: ‘Vos pasás de la alumna admirada al de la mamá’. Cuando escribí la biografía me empezó a dar una tristeza, una pena y un cariño. Cuando terminé la biografía lloré. Lloré como una loca y lloré y lloré.

Pero en lo personal me transformó en algo mucho más importante: si yo soy poeta es por Pizarnik, fundamentalmente; sabes que los escritores somos las lecturas que tenemos, a mí la que me empujó a la literatura fue Pizarnik. También me la tuve que sacar de encima para encontrar mi propia voz. A Pizarnik no se le puede seguir o imitar. Hay que encontrar la propia voz, pero si soy poeta es por ella.



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Texto e imagen: por Ericka Montaño Garfias para el periódico La Jornada, domingo 26 de octubre de 2014, p. 2

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