14.10.06
Alejandra, la cocinera
Alejandra podía irradiar, hasta un nivel inigualable, una atmósfera mágica donde las disonancias y esa especie de despiste general que la caracterizaban adquirían una comicidad maravillosa.
Antes hablé de unos ravioles, pero no fue ésa la noche de su protagonismo, sino una en que había otra gente y Alejandra llamó por teléfono a un amigo -buenísimo y que la quería mucho- para contarle que estaba cocinando -¡acontecimiento nacional!-, pero que no sabía cómo hacer los ravioles. Él le explicó que tenía que poner el agua, la sal y, cuando hirviera, echar los ravioles.
- ¿Pero cuándo están?
- Cuando empiecen a flotar.
Alejandra le dio infinidad de gracias y colgó. Al rato, tras seguir cuidadosamente las instrucciones, los ravioles empezaron a flotar y Alejandra lo llamó de nuevo anunciándole: "Ya flotan, ¿ahora qué tengo que hacer?". "Pinchálos (sic.) con un tenedor para ver si la masa está cocinada. "Pero no -respondió horrorizada- si parecen pancitas de bebés, ¿cómo los voy a pinchar?"
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Imagen: caricatura de Pizarnik por El Tomi, tomada de la página Telam.
Texto: Alejandra Pizarnik de Cristina Piña. Buenos Aires: Planeta: pág: 190.
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