Domingo, 1 [1961]
Dentro de muy poco me suicidaré. Siento claramente que estoy llegando al final. Veo cerrado. Ni afuera ni adentro. Simplemente no tengo fuerzas y la locura me domina (una histeria atroz: imposibilidad absoluta de quedarme tranquila, quieta).
Cuando entré en mi cuarto tuve miedo porque la luz ya estaba prendida y mi mano seguía insistiendo hasta que dije: Ya está prendida. Me saqué los pantalones y me subí a una silla para mirar cómo soy con el buzo y el slip; vi un cuerpo adolescente; después bajé de la silla y me acerqué al espejo nuevamente: Tengo miedo, dije. Revisé mis rasgos y me aburrí. Tenía hambre y ganas de romper algo. Me dirigí a la mesa con el mantel rojo con libros y papeles, demasiados libros y papeles y quise escribir pero me dio miedo aumentar el desorden y me pregunté para qué lo aumentaría con un poema más que luego exigiría ser pasado a máquina y guardado en una carpeta. Me mordía los labios y no sabía qué hacer con las manos. Yo misma me asustaba porque me miraba a mí misma en mi piecita desordenada, andando y viniendo en slip y pullover sin pensar, con la memoria petrificada, con la boca devorándose. Pasé junto a la silla y me subí de nuevo en el espejo pero mi cuerpo me dio rabia y me tiré en la carga creyendo confiada en el llanto vendría.
Imagen: extraída de la película Las Horas.
Texto: Diarios de Alejandra Pizarnik. Lumen.
Virginia Wool . alejandra pizarnik no hay nada mas que decir (?)
ResponderBorrarMe gusta mucho este blog, por supuesto, porque Alejandra Pizarnik habla con una voz que muchas veces es la mía. Tiene esa capacidad de perdurar y de signficar una y otra vez, de resguardarnos y exponernos, tanto como ella lo hizo consigo misma al escribir.
ResponderBorrarAgradezco que publiques parte de sus diarios, aquí se ma ha hecho difícil encontrar la edición Lumen de ellos.
Saludos
Un texto magníficamente escrito y profundamente conmovedor que nos deja ver hasta qué punto llegaba la capacidad de sufrimiento de Alejandra, en esos momentos en los que la dominaban el temor y el deseo de la locura, como única liberación posible al cautiverio de la existencia.
ResponderBorrar¡Gracias por compartir Maga!
Últimamente, por causa de una amiga poeta, he pensado mucho en el suicido de Alejandra
ResponderBorrarsin enjuiciar, me duele que ese tenga que ser el final de ciertos grandiosos nombres, de algunas poetas escogidas
pero lo entiendo, lo podría incluso sentir propio.
Nos quedamos sintiéndonos en deuda por el preciado regalo que no pudimos corresponder.
Gracias a todos por sus comentarios. Quise unir este texto con mi escena favorita de Las Horas.
ResponderBorrarMe dan deseos de abrazar a Ale!! Querida, inmensa Ale!!
ResponderBorrarHe leído este texto y he recordado uno que empezaba así: He desplegado mi organdad sobre la mesa...
ResponderBorrarQué dolor, verse arrollada por la vida, ser un espíritu alto y diferente. Al final, la soledad asola.
Isaías 48:18 ¡Oh,si prestaras atención a mis mandamientos! Entonces tu paz llegaría a ser como un río,y tu justicia como las olas del mar.
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