—Esa de negro que sonríe desde la pequeña ventana del tranvía se asemeja a Mme. Lamort— dijo.
—No es posible, pues en París no hay tranvías. Además, esa del tranvía en nada se asemeja a Mme. Lamort. Todo lo contrario: es Mme. Lamort quien se asemeja a esa de negro. Resumiendo: no sólo no hay tranvías en París, sino que nunca en mi vida he visto a Mme. Lamort, ni siquiera en retrato.
—Usted coincide conmigo—dijo—porque tampoco yo conozco a Mme. Lamort.
—¿Quién es usted? Deberíamos presentarnos.
—Mme. Lamort—dijo. ¿Y usted?
—Mme. Lamort.
—Su nombre no deja de recordarme algo—dijo.
—Trate de recordar antes de que llegue el tranvía.
—Pero si acaba de decir que no hay tranvías en París—dijo.
—No los había cuando lo dije pero nunca se sabe qué va a pasar.
—Entonces esperémoslo puesto que lo estamos esperando—dijo.
1965
Nota (imagen): Fotografía de Diane Arbus.
Nota (texto): Alejandra Pizarnik. Prosa completa.
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