Álvaro Cortina / Madrid
En La Puerta Estrecha, teatro independiente y lavapiesino de referencia en Madrid, se invocan estos días el verso en prosa y el exorcismo y la desesperación de la escritora Alejandra Pizarnik (1936-1972). La actriz Eva Varela Lasheras y el director Rodolfo Cortizo ofrecen una aproximación escénica a una parte del poemario 'Extracción de la piedra de la locura' (1968), pieza capital de la poeta de Avellaneda, en la estricta línea de la sombra. "En este texto ves un desgarro, una queja. Quería retomar esta obra que ya habíamos teatralizado hace 6 años, quería ver otras profundidades. Descubrí otras puertas. En la anterior versión fuimos más capaces de ver sombras que de ver luces. Pero es un poema lleno de luz", explica Varela. "Cuando te quitas prejuicios y eres capaz de leer su obra de la manera más pura posible descubres qué es lo que te moviliza. En el corazón, en el espíritu. Y eso tiene que ver más con la vida que con la muerte. Pizarnik arrastra muchos mitos".
Años de París
Adelante, pues. Indagemos en Pizarnik, en el cultivo de (en sus propias palabras) esa "escritura densa y llena de peligros a causa de su diafanidad excesiva". La poeta y novelista cubana Nivaria Tejera la recuerda para elmundo.es, del tiempo de Pizarnik en la capital francesa (1960-1964): "Se movía como una brújula, de una revista a otra, de una editorial a otra. Se había venido a quedarse en París. París la colmaba, no quería abandonarlo. En carta a la familia consideraba "catastrófico cortar bruscamente ese lento crecimiento que se inició en mí desde que llegué". Eran aún (entonces se acababan) los años de experiencias trascendentales: Artaud, Michaux, Celan, y ella los exploraba con acucia, impregnándose, celosa de originalidad". Y añade, rememorando una esquina mítica de la plaza Saint-Germain-des-Prés: "Sí nos habíamos conocido, pero entre latinos nos preservamos con raro tacto. Alguna vez, el azar nos reunió a ella, a Cortázar y a mí en el bar Les Deux Magots y entonces su mesa supuraba lava de cronopios..."
Julio Cortázar y César Aira
"Cortázar trató de ayudarla bastante", recuerda a su vez la poeta uruguaya Cristina Peri Rossi. "Después de su muerte, Julio y yo hablamos mucho de ella. Yo no la conocí, pero conozco a mucha gente que la trató de cerca. Cuando leí la biografía que escribió sobre ella César Aira me indigné. Es como si se la hubieran encargado a su peor enemigo. No se puede escribir eso con una persona que ha muerto y no puede defenderse. Y no se puede dejar de mencionar el hecho decisivo de su lesbianismo, por ejemplo. Era mujer, judía y lesbiana ¡en aquella época! Cortázar la hubiera defendido de Aira si estuviera vivo. ¿Cómo se puede pasar por alto la vida amorosa del biografiado?".
El también poeta Luis Antonio de Villena, considera para este periódico que, biografía aparte, su sexualidad tuvo una importancia muy menor en la obra: "Tenía imposibilidad de vivir. Puede que tuviera conexiones con el surrealismo, pero ya entonces, en los años 50 y 60, no era una vanguardia. Era una forma clásica de escritura. Pero su escritura no es fruto de un estilo sino de una condición personal. Su poesía expresa un dolor metafísico. Hay un claro parecido con Paul Celan. Hay elementos surrealistas, sí, pero en realidad es una poesía metafísica que se pregunta por el sentido del dolor. La expresión poética del dolor psíquico. No es un juego. Es a vida o muerte. Es una indagación en ese dolor, de carácter irracionalista, a veces".
Su influencia en los jóvenes poetas españoles
"No creo que haya sido una poeta con gran incidencia en la escritura de los poetas españoles de las dos últimas promociones", opina el poeta y redactor de EL MUNDO Antonio Lucas. "Quizá algún eco de su rastro poético se pueda ver lejanamente en cosas de Miriam Reyes, Elena Medel o Luna Miguel, entre otros, pero poco más. No sé si podríamos aplicarle el lema de "poeta de culto". A tanto no llega ni la audiencia ni el entusiasmo. Es una poeta argentina importante, con un extraordinario y dañado mundo propio, de eso no hay duda, y dueña de algo que tiene que ver con la luminosa batalla contra los propios demonios". Añade Lucas: "Me interesa mucho lo que sucede en libros como 'Árbol de Diana' (1962), 'Los trabajos y las noches' (1965) y 'Extracción de la piedra de la locura'. Me atrae esa forma tan propia de asimilar el onirismo poético, con vasos comunicantes lanzados a ese surrealismo que se metabolizó en Latinoamérica de forma distinta a como se desarrolló en Europa. Y consiguió esa voz propia con una poesía desgrasada, muy de palabras exactas, concreta dentro de su afán por el vuelo".
Angustia
Considera Villena: "No se puede ser un poeta de este tipo porque uno lo quiera. Es una obra muy atormentada. Su historia tiene que ver con la de Leopoldo María Panero. Pero creo que en el caso de Pizarnik no hay un mito como tal. Se le quiso construir uno, pero nunca estuvo en un manicomio. Se convirtió en un mito con su suicidio. Como Sylvia Plath y tantos otros". A su vez, comenta Peri Rossi: "Su tema es la escisión del yo. Que por otro lado, es el gran tema del siglo XX. De Picasso, de Joyce. Un yo monolítico que es fuente de angustia, y que no es un yo acabado y excluyente. En vez de conducir a la alegría en su caso se convirtió en angustia. Un gran tema del siglo XX".
"'Extracción de la piedra de la locura' tiene algo de monólogo. Con un proceso y un conflicto. Y la acción principal es la de confesarse. No en el sentido católico, sino confesarse a uno mismo", cuenta Eva Varela Lasheras.
Si han visto recientemente a José Luis Gómez en La Abadía, recitar muy pulcro y bien vestido versos de 'Diario de un poeta recién casado' de Juan Ramón Jiménez, esto no tiene nada que ver. Aquí, Varela se revuelca en tierra negra y en sábanas blancas. La estancia de La Puerta Estrecha en Lavapiés se convierte en la celda por donde se retorcía Renfield, en el sanatorio del doctor Seward, en 'Drácula'. Más próxima a Angélica Liddell pero con mayor pausa en la voz y más calmo ademán. Pero Varela no come insectos como el primero, ni se daña, como la segunda. Interactúa con un muñeco y un espejo y demás imaginería simbolista que se suele gastar la compañía La Pajarita de Papel. Dice Villena: "'Extracción...', aparte de la obvia evocación medieval, es un título muy sugerente. Como si la propia Pizarnik tuviera en la cabeza una pieza de antracita que le produce ese profundísimo dolor psíquico". Declama la actriz, ya metida en pleno chamanismo: "Briznas, muñecos sin cabeza, yo me llamo, yo me llamo toda la noche. Y en mi sueño un carromato de circo lleno de corsarios muertos en sus ataúdes...".
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Imagen: Alejandra Pizarnik, en bañador negro, en una playa en Mar del Plata, 1965. Imagen tomada de El Mundo digital.
Texto: El Mundo digital.
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