2.8.14

He dejado el psicoanálisis...


3 de enero [1959]

He dejado el psicoanálisis. No sé por cuánto tiempo. Estoy muy mal. No sé si neurótica, no me importa. Me siento muy pequeña, muy niña. Y me van abandonando todos. Absolutamente todos. Mi soledad, ahora, está hecha de quimeras amorosas, de alucinaciones... Sueño con una infancia que no tuve, y me reveo feliz ―yo, que jamás lo fui―. Cuando salgo de estos ensueños estoy anulada para la realidad externa y actual. Jamás hubo tanta distancia entre mi sueño y mi acción. No salgo, no llamo a nadie. Cumplo una extraña penitencia. Y me duele funestamente el corazón. Tanta soledad. Tanto deseo. Y la familia rondándome, pesándome con su horrible carga de problemas cotidianos. Pero no los veo. Es como si no existieran. Siento, cuando se me acercan, una aproximación de sombras fastidiosas. En verdad, casi todos los seres me fastidian. Quiero llorar. Lo hago. Lloro porque no hay seres mágicos. Mi ser no tiembla ante ningún nombre ni ninguna mirada. Todo es pobre y sin sentido. No digamos que yo soy culpable de ello. No hablemos de culpables.

He pensado en la locura. He llorado rogando al cielo que me permitan enloquecer. No salir nunca de los ensueños. Ésta es mi imagen del paraíso. Por lo demás, no escribo casi nada.


Hay sin embargo, un anhelo de equilibrio. Un anhelo de hacer algo con mi soledad. Una soledad orgullosa, industriosa y fuerte. Es decir: estudiar, escribir y distraerme. Todo esto sola. Indiferente a todo y a todos.



***
Texto: Alejandra Pizarnik. Diarios (editorial Lumen).
Imagen: "Jillian con una caja de insectos" de Kristen Hatgi.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me siento tan perturbadoramente familiar con estas palabras. Encuentro en esta similitud algo parecido al orgullo, al elogio de un tercero, pero no hay nada que aplaudir.

ReVerSeDoll dijo...

Grande Alejandra.

Unknown dijo...

Es un sabor amargo que no se va nunca, que se apodera de tus dias... Te va ahogando. Te va secando.