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Es un cerrar los ojos y jurar no abrirlos. En tanto afuera se alimenten de relojes y de flores nacidas de la astucia. Pero con los ojos cerrados y un sufrimiento en verdad demasiado grande pulsamos los espejos hasta que las palabras olvidadas suenan mágicamente.
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Texto: Árbol de Diana (1962).
Imagen: "
La venganza de los peces dorados" (1980) de
Sandy Skoglund.