niña que en vientos grises
vientos verdes aguardó
Texto: Poesía completa. Barcelona: Lumen.
Imagen inferior: detalle de la carita de Alejandra.
ALGO
noche que te vas
dame la mano
obra de ángel bullente
los días se suicidan
¿por qué?
noche que te vas
buenas noches
NOCHE
Quoi, toujours? Entre moi sans cesse et le bonheur!
G. DE NERVAL
Tal vez esta noche no es noche,
debe ser un sol horrendo, o
lo otro, o cualquier cosa…
¡Qué sé yo! ¡Faltan palabras,
falta candor, falta poesía
cuando la sangre llora y llora!
¡Pudiera ser tan feliz esa noche!
Si sólo me fuera dado palpar
Las sombras, oír pasos,
Decir "buenas noches" a cualquiera
que pasease a su perro,
miraría la luna, dijera su
extraña lactescencia, tropezaría
con piedras al azar, como se hace.
Pero hay algo que rompe la piel,
una ciega furia
que corre por mis venas.
¡Quiero salir! Cancerbero del alma:
¡Deja, déjame traspasar tu sonrisa!
¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Aún quedan ensueños rezagados.
¡Y tantos libros! ¡Y tantas luces!
¡Y mis pocos años! ¿Por qué no?
La muerte está lejana. No me mira.
¡Tanta vida Señor!
¿Para qué tanta vida?
AZUL
mis manos crecían con música
detrás de las flores
pero ahora
por qué te busco, noche,
por qué duermo con tus muertos
Poco sé de la noche
pero la noche parece saber de mí,
y más aún, me asiste como si me quisiera,
me cubre la conciencia con sus estrellas.
Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.
Tal vez la noche es nada
y las conjeturas sobre ella nada
y los seres que la viven nada.
Tal vez las palabras sean lo único que existe
en el enorme vacío de los siglos
que nos arañan el alma con sus recuerdos.
Pero la noche ha de conocer la miseria
que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas.
Ella ha de arrojar odio a nuestras miradas
Sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros.
Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.
Su lágrima inmensa delira
y grita que algo se fue para siempre.
Alguna vez volveremos a ser.
Nota (imagen): La clase de danza (1874), Edgar Degas [Alejandra Pizarnik adoraba esta pintura].
Nota (textos): Pizarnik, Alejandra. 2003. Poesía completa. Barcelona: Lumen.
EL SUEÑO DE
DE LOS CUERPOS POÉTICOS
Esta noche, dijo, desde el ocaso, me cubrían con una
mortaja negra en un lecho de cedro.
Me escanciaban vino azul mezclado con amargura.
EL CANTAR DE LAS HUESTES DE ÍGOR
Toda la noche escucho el llamamiento de la muerte, toda la noche escucho el canto de la muerte junto al río, toda la noche escucho la voz de la muerte que me llama.
Y tantos sueños unidos, tantas posesiones, tantas inmersiones en mis posesiones de pequeña difunta en un jardín de ruinas y de lilas. Junto al río la muerte me llama. Desoladamente desgarrada en el corazón escucho el canto de la más pura alegría.
Y es verdad que he despertado en el lugar del amor porque al oír su canto dije: es el lugar del amor. Y es verdad que he despertado en el lugar del amor porque con una sonrisa de duelo yo oí su canto y me dije: es el lugar del amor (pero tembloroso pero fosforescente).
Y las danzas mecánicas de los muñecos antiguos y las desdichas heredadas y el agua veloz en círculos, por favor, no sientas miedo de decirlo: el agua veloz en círculos fugacísimos mientras en la orilla el gesto detenido de los brazos detenidos en un llamamiento al abrazo, en la nostalgia más pura, en el río, en la niebla, en el sol debilísimo filtrándose a través de la niebla.
Más adentro: el objeto sin nombre que nace y se pulveriza en el lugar en que el silencio pesa como barras de oro y el tiempo es un viento afilado que atraviesa una grieta y es esa su sola declaración. Hablo del lugar en que se hacen los cuerpos poéticos –como una cesta llena de cadáveres de niñas. Y es en ese lugar donde la muerte está sentada, viste un traje muy antiguo y pulsa un arpa en la orilla el río lúgubre, la muerte en un vestido rojo, la bella, la funesta, la espectral, la que toda la noche pulsó un arpa hasta que me adormecí dentro del sueño.
¿Qué hubo en el fondo del río? ¿Qué paisajes se hacían y deshacían detrás del paisaje en cuyo centro había un cuadro donde estaba pintada una bella dama que tañe un laúd y canta junto al río? Detrás, a pocos pasos, veía el escenario de cenizas donde representé mi nacimiento. El nacer, que es un acto lúgubre, me causaba gracia. El humor corroía los bordes reales de mi cuerpo de modo que pronto fui una figura fosforescente: el iris de un ojo lila tornasolado; una centellante niña de papel plateado a medias ahogada dentro de un vaso de vino azul. Sin luz ni guía avanzaba por el camino de las metamorfosis. Un mundo subterráneo de criaturas de formas no acabadas, un lugar de gestación, un vivero de brazos, de troncos, de caras, y las manos de los muñecos suspendidas como hojas de los fríos árboles filosos aleteaban y resonaban movidas por el viento, y los troncos sin cabeza vestidos de colores tan alegres danzaban rondas infantiles junto a un ataúd lleno de cabezas de locos que aullaban como lobos, y mi cabeza, de súbito, parece querer salirse ahora por mi útero como si los cuerpos poéticos forcejearan por irrumpir en la realidad, nacer a ella, y hay alguien en mi garganta, alguien que se estuvo gestando en soledad, y yo, no acababa, ardiente por nacer, me abro, se me abre, va a venir, voy a venir. El cuerpo poético, el heredado, el no filtrado por el sol de la lúgubre mañana, un grito, una llamada, una llamarada, un llamamiento. Sí. Quiero ver el fondo del río, quiero ver si aquello se abre, si irrumpe y florece del lado de aquí, y vendrá o no vendrá pero siento que está forcejeando, y quizás y tal vez sea solamente la muerte.
La muerte es una palabra.
La palabra es una cosa, la muerte es una cosa, es un cuerpo poético que alienta en el lugar del nacimiento.
Nunca de este modo lograrás circundarlo. Habla, pero sobre el escenario de cenizas; habla, pero desde el fondo del río donde está la muerte cantando. Y la muerte es ella, me lo dijo la canción de la reina. La muerte de cabellos del color del cuervo, vestida de rojo, blandiendo en sus manos funestas un laúd y huesos de pájaro para golpear en mi tumba, se alejó cantando y contemplada desde atrás parecía una vieja mendiga y los niños le arrojaban piedras.
Cantaba la canción en la mañana de niebla apenas filtrada por el sol, la mañana del nacimiento, y yo caminaría con una antorcha en la mano por todos los desiertos de este mundo y aun muerta te seguiría buscando, amor mío perdido, y el canto de la muerte se desplegó en el término de una sola mañana, y cantaba, y cantaba.
También cantó en la vieja taberna cercana del puerto. Había un payaso adolescente y yo le dije que en mis poemas la muerte era mi amante y mi amante era la muerte y él dijo: tus poemas dicen la justa verdad. Yo tenía dieciséis años y no tenía otro remedio que buscar el amor absoluto. Y fue en la taberna del puerto que cantó la canción.
Escribo con los ojos cerrados, escribo con los ojos abiertos: que se desmorone el muro, que se vuelva río el muro.
La muerte azul, la muerte verde, la muerte roja, la muerte lila, en las visiones del nacimiento.
El traje azul y plata fosforescente de la plañidera en la noche medieval de toda muerte mía.
La muerte está cantando junto al río.
Y fue en la taberna del puerto que cantó la canción de la muerte.
Al alba venid, buen amigo, al alba venid.
Nos hemos recordado, nos hemos desaparecido, amigo el que yo más quería.
Yo, asistiendo a mi nacimiento. Yo, a mi muerte.
Y yo caminaría por todos los desiertos de este mundo y aun muerta te seguiría buscando, a ti, que fuiste el lugar del amor.
Nota (imagen): "Niña huérfana en el cementerio" (1824) de Eugene Delacroix. Museo del Louvre, París.
Nota (texto): Pizarnik, Alejandra. 2003. (Ed. Ana Becciu). Poesía completa. Barcelona: Lumen.
8 de agosto de 1971
Nota (imagen): La Muse, óleo de Picasso.
Nota (texto): Pizarnik, Alejandra. Prosa completa. Barcelona: Lumen.
¿Por qué no me ubico en un lugarcito tranquilo y me caso y tengo hijos y voy al cine, a una confitería, al teatro? ¿Por qué sufro y me martirizo con los espectros de mi fantasía? ¿Por qué insito en el llamado? ¿Por qué me analizo? ¿Por qué no me olvido de mi alma y no estrujo el pañuelito húmedo leyendo Cuerpos y almas? ¿Por qué no me visto con elegancia y paseo por Santa Fe del brazo de mi novio? ¡Ah! Sé que la vida es muy breve. Sé que no soy eterna. Pero, en realidad, no veo la muerte. La veo lejana. Digo cuarenta años pero no los veo. Veo un espacio inmenso. Veo millares de días. Sé que hay tiempo. Sé que tengo tiempo. Sé que amo mi alma. Me amo a mí. Amo mi cuerpo y lo besaría todo porque es mío. Amo mi rostro tan desconocido y extraño. Amo mis ojos sorprendentes. Amo mis manos infantiles. Amo mi letra tan clara. (¡Qué extraño que mi letra sea legible!)
Es muy tarde. Estoy excitada. Deseo un cuerpo junto al mío. ¡Cualquiera! Cualquier sexo, cualquier edad. ¡Eso es lo de menos! Basta un cuerpo a quien tocar y que me toque. ¡Mi sangre galopa! ¡Ah! Deseo ferviente. Me disuelvo en deseos eróticos. Nada de amor. No. Nada de eso. ¡Sí! Lo que yo quisiera es vivir mi vida diurna entre libros y papeles y pasar las noches junto a un cuerpo. Ése es mi ideal. ¿Es lascivo? ¿Es lujurioso? ¿Es estúpido? ¿Es imposible? ¡¡¡Es mío!!! Y con eso basta. Pero, ¿dónde conseguir ese ser? Tendría que ser alguien como yo, que desee lo mismo que yo. ¡No existe! ¡Sé que no existe! Mi locura es única. ¡Mi originalidad! ¡Mi extremismo! ¿Qué será de mí? ¡No lo sé! ¡Sólo sé que no puedo más! ¡Que me muero de impotencia! […]”
Nota (texto): Pizarnik, Alejandra. 2003. Diarios. Barcelona: Lumen: pp. 55-56.
Nota (fotografía): "Magnolia blossom" de Imogen Cunningham.
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Muchas, y muy calificadas, habrán sido las voces que hayan celebrado hace unos días el centenario del nacimiento de Luis Cernuda. Y no es para menos. Cuando nadie hablaba de él, cuando estaba poco menos que náufrago en el Leteo más crecido, gracias a Carlos Barral descubrí toda la poesía de Cernuda asequible en aquellos momentos, y con esa audacia maximalista que a veces se adueña de mí, les dije a mis amigos que se olvidasen de García Lorca y de Salinas, de Jorge Guillén y Alberti, porque el gran poeta de la generación del 27 es Luis Cernuda.
Sigo pensándolo así, y a mis 63 años es bastante difícil que vaya a cambiar de opinión. Pero respeto al cien por cien las de ustedes, quiero que conste en acta, como se dice en las películas americanas que transcurren en los tribunales.
Ahora bien, como estoy seguro de que Áncora no ha dejado pasar sin su debido recuerdo el centenario del gran Cernuda, de quien hoy quiero hablarles es de Alejandra Pizarnik, la poeta argentina que se suicidó hace treinta años, el 24 de setiembre de 1972, en Buenos Aires, mi Buenos Aires querido, su también Buenos Aires querido.
En estos días ha aparecido en España una antología que se titula Las ínsulas extrañas, y que se propone como un canon de la poesía en lengua castellana de la segunda mitad del siglo XX. En ella no figuran nombres como los de Álvaro Mutis, Mario Benedetti y Alejandra Pizarnik, y al respecto de esta última ausencia, una de las cuatro personas responsables de la antología, la poeta peruana Blanca Varela, ha dicho lo siguiente: "Cada poema elegido tenía que ser aprobado por unanimidad. Los cuatro teníamos nuestras listas y leíamos los versos. Luego discutíamos. Alejandra Pizarnik no pasó el examen: pensábamos que había más literatura en torno al personaje que en su propia obra".
De alguna oscura manera creo que tiene razón en lo que dice, y sin embargo, me duele que Alejandra Pizarnik no encontrase un hueco en ese canon. Como me dolería que lord Byron no figurase en el canon de la poesía inglesa del XIX solo porque hay más literatura en torno a él que en su propia obra, para decirlo con las mismas palabras que la antóloga de Insulas extrañas.
Creo, también de alguna oscura manera, que hay poetas cuya poesía es su vida. En el caso de un Arthur Rimbaud se da la fenomenal coincidencia de una gran poesía escrita y una gran poesía vivida y sufrida. No es lo habitual. Pero hay más ejemplos, y pienso en otro de los dioses de mi parnaso: León de Greiff. O en ese cholo divino que fue César Vallejo, quien padecía el don de ser profeta y anunció su propia muerte en versos que todos conocemos. ¿Y Konstantinos Kavafis y Fernando Pessoa: es que no cuentan sus vidas entre sus mejores poemas? ¿Y Pushkin, que oído recitar en su original es como si estuviésemos escuchando hablar a la pachamama rusa, y saber de su destino hace pensar en el sacrilegio? ¿Y Hölderlin, por los dioses todos, Hölderlin, cuya vida es la más trágica elegía jamás vivida por un elegido de esos mismos dioses?
De acuerdo, dirán ustedes, pero al mismo tiempo que su vida fue poesía, escribieron una poesía imperecedera. De acuerdo, contesto yo: y me pliego con el corazón adolorido ante el dictamen de los sabios. Alejandra Pizarnik, a lo mejor (a lo peor), no daba el nivel que requería ese cuadro de honor de la poesía en la segunda mitad del siglo XX.
La recuerdo, pequeña y desconcertada, aquél día de 1967 en que alguien nos presentó al término de una velada poética que tuvo lugar en una galería de la calle Florida, en Buenos Aires. Desconcertada, explico, al enterarse de que soy español y hablaba como un latinoamericano. Fue un encuentro fugaz del que solo retengo el asombro de sus ojos cuando luego, más avanzada la noche, me oyó recitar "El pasado efímero", de don Antonio Machado, en casa de unos amigos comunes, y creo que supo que las ces y las zetas no me abandonarán nunca jamás cuando se trate de lo más hondo de la poesía: allí donde la fonética define el sentido de un poema, donde no es lo mismo decir "del pasado masiso de la rasa" que decir "del pasado maCiZo de la raZa". Y ese recuerdo de sus ojos, es, si así lo quieren ustedes, mi homenaje a Alejandra Pizarnik en estos treinta años desde que nos dejó.
Nota: Artículo tomado del periódico La Nación, Costa Rica. http://www.nacion.com/ancora/2002/noviembre/24/ancora2.html
(fragmento)
a cantar dulce y a morirse luego.
no:
a ladrar.
así cantás, más las lecciones de terror.
hay que llorar hasta romperse
para crear o decir una pequeña canción,
gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia
eso hiciste vos, eso yo.
me pregunto si eso no aumentó el error.
hiciste bien en morir.
por eso te hablo,
por eso me confío a una niña monstruo.
1972
Alejandra Pizarnik
Work me Lord, work me Lord.
Please don't you leave me,
I feel so useless down here
With no one to love
Though I've looked everywhere
And I can't find me anybody to love,
To feel my care.
So ah work me Lord, whoa use me Lord,
Don't you know how hard it is
Trying to live all alone.
Every day I keep trying to move forward,
But something is driving me, oh, back,
Honey, something's trying to hold on to me,
To my way of life.
So don't you forget me down here, Lord,
No, no, no, no, no, no, no, no, no,
Ah, ah, don't you forget me, Lord.
Well I don't think I'm any very special
Kind of person down here, I know better,
But I don't think you're gonna find anybody,
Not anybody who could say that they tried like I tried,
The worst you can say all about me
Is that I'm never satisfied. Whoa.
Whoa, oh, oh, work me Lord, hmm, use me Lord,
Please, honey, don't you leave me,
I feel so useless down here.
I can't find me anybody to love me
And I've looked around,
I've looked everywhere, everywhere
And I can't find me anyone to love,
To feel my care.
So honey don't you go and leave me, Lord,
No, no, no, no, no, no, no, no,
Honey, don't you go off and leave me, Lord.
Can't I show you how hard it is
Trying to live when you're all alone.
Everyday I keep pushing,
Keep trying to move forward
But something is driving me, oh, back,
And something's trying to hold on to me,
To my way of life, why.
Oh please, please, oh don't you go and
Forget me down here, don't forget me, Lord.
I think that maybe you can ease me,
Maybe I can help you, said uh whoa,
Oh please, please, don't you go and leave me Lord,
No, no, no, no, no, no, no, whoa, whoa please,
Hmm please, don't you leave me, Lord.
Janis Joplin
Nota (texto): Oración-amuleto creada por Olga Orozco para su “hija literaria”. En: Piña, Cristina. 1991. Alejandra Pizarnik. Argentina: Planeta.
Nota (ilustración superior): Fotografía de la colección "Historia de una muñeca" de Kati Horna.
Nota (ilustración inferior): Fotografía de Alejandra y Olga Orozco. París. En: Piña, Cristina. 1991. Alejandra Pizarnik.
...Y si pienso en todo lo que leí acerca del espíritu… Cerré los ojos, vi cuerpos luminosos que giraban en la niebla, en el lugar de las ambiguas vecindades. No temas, nada te sobrevendrá, ya no hay violadores de tumbas. El silencio, el silencio siempre, las monedas de oro del sueño... "Extracción de piedra de locura", Alejandra Pizarnik
...Y yo caminaría por todos los desiertos de este mundo y aun muerta te seguiría buscando, a ti, que fuiste el lugar del amor. "El sueño de la muerte o El lugar de los cuerpos poéticos", Alejandra Pizarnik
R.I.P. (requiescat in pace), Alejandra, en el lugar de los cuerpos poéticos...
Te extraña,
La Maga
Calaveritas de azúcar virtuales en: http://alcyd.com/calaveritas/
Agradecemos especialmente a Amada López la creación de la calaverita de Alejandra Pizarnik para nuestro blog.